Pepito Grillo te boicotea (cómo silenciar tu diálogo interno)
Has tenido una discusión con tu pareja y debido al trabajo debes irte y dejar el conflicto sin resolver. Tras unas horas te das cuenta de que era una tontería y que no quieres seguir enfadad@ con tu pareja, así que decides enviarle un mensaje disculpándote.
Van pasando los minutos y como no recibes su respuesta, te empiezas a poner más ansios@. Tu cabeza comienza a trabajar rápidamente en el diálogo machacante (¿y si..? ¿quién se ha creído que es?, yo tenía razón, ¿por qué…?). El run run de tu Pepito Grillo no cesa hasta que tras 15 minutos recibes una llamada de tu pareja: no había oído el móvil y no está molest@ por lo ocurrido…
¿Qué es lo que ha pasado aquí? Te inventaste una realidad que no existía por esos 15 minutos de silencio, mientras la otra persona ni siquiera era consciente de lo ocurrido.
Te suena, ¿verdad? Bien, esta situación nos puede servir como ejemplo de cómo nos influye lo que pensamos en nuestro día a día.
En mayor o menor medida todos convivimos con nuestro Pepito Grillo interior, algunas veces conseguimos que esté tranquilo, pero otras… ¡parece misión imposible! Y es que es muy difícil escapar de nosotros mismos, por más que lo intentemos.
Pero, ¿qué es eso de Pepito Grillo?
Llamo así a esa vocecita que se encarga de recordarnos lo mal que lo hemos hecho, que nos critica, nos hace sentir culpables, que nos hace dudar (e impide que tomemos decisiones porque nunca estamos satisfechos), nos hace ser temerosos, impone los “tengo que” y “debería”, esos pensamientos que a veces son obsesivos y en forma de diálogo que en vez de apoyarnos buscan lo peor en nosotros (real y mayormente inventado) y que por encima la mayor parte de las veces aparecen en aquellos momentos en los que nos encontramos más débiles.
Nuestro diálogo interno se vuelve entonces en una espiral de pensamientos obsesivos y machacantes que nos agota, frustra, nos limita y nos hace sufrir en nuestro día a día.
Diálogo interno como forma de percibir el mundo
Desde que somos pequeños le vamos dando forma, y cada vez más poder a nuestro Pepito Grillo, y con el paso de los años ya él se encarga de recordarte para lo que vales y para lo que no serás capaz (determinado empleo, unas oposiciones, una relación…)
De hecho, estoy convencida de que la mayor parte de nuestros problemas se deben a esta vocecita, a nuestro diálogo. Y es que todo lo que nos decimos/pensamos/sentimos, y lo fundamental: cómo lo evaluamos e interpretamos, es lo que determina nuestra percepción de la realidad.
Por ejemplo, imaginemos a una persona que viaja en autobús urbano y de pronto se encuentra mal: se siente acalorada, le cuesta respirar y se marea ligeramente. Ante estos síntomas esta persona podría:
- Decirse que es normal, ya que es un día muy caluroso, y que se quede ahí lo ocurrido
- Reconocer y aceptar que puede estar sintiendo algo de ansiedad y que no pasa nada
- Agobiarse, fijándose cada vez más en lo que siente, pensando que se va a desmayar y llegando a tener un verdadero ataque de pánico
Según la valoración que haga de lo ocurrido, esta persona podría pasar de no darle mayor importancia a este hecho puntual, o a llegar a evitar subir en un autobús. Y que ocurra una u otra opción dependerá de su diálogo interior.
Nos anticipamos, evaluamos, nos machacamos, re-evaluamos, y así una y otra vez. Resulta realmente agotador ser nuestro propio enemigo.
En definitiva, la mayor parte de las veces la realidad que podríamos denominar objetiva, no coincide ni tiene mucho que ver con la realidad inventada que nos creamos (y creemos)
¿Qué podemos hacer para acallar nuestro diálogo interior?
Dependiendo de la forma de trabajar de cada uno hay diversas técnicas: las que ofrecen estrategias para detener el pensamiento o razonar con él; y las que enseñan a cómo convivir con estos pensamientos sin que lleguen a hacernos daño.
Las últimas, en las cuales se busca aceptar esos pensamientos y nuestro diálogo, es la que más cuesta, no voy a negarlo, pero también creo que es la más eficaz.
En consulta se practican diversas técnicas de aceptación hasta encontrar la que se ajuste más a tus necesidades, usando por ejemplo la metáfora del autobús que te explico más abajo.
Un consejo para ir empezando: transcribe ese diálogo que no puedes callar en una libreta, en tu cabeza las ideas tienen más fuerza que en el papel
La metáfora del autobús
Imagina que eres el conductor de un autobús en el que hay muchos pasajeros. Los pasajeros de tu autobús son sentimientos, pensamientos, sensaciones fisiológicas, recuerdos y otros aspectos acumulados de las experiencias. No todos los pasajeros parece amables, otros son amenazantes y llevan navajas
¿Qué ocurriría si vas conduciendo y algunos empiezan a amenazarte diciéndote lo que tienes que hacer, hacia dónde tienes que ir? “Tienes que girar hacia la derecha, tienes que girar a la izquierda”. Ellos te amenazan con que si no haces lo que dicen irán hacia la parte delantera del autobús.
Como conductor habitual de este autobús, hace años hiciste un trato con ellos: “vosotros sentaos en la parte de atrás del autobús y agacharos de forma que yo no os vea con mucha frecuencia, a cambio, yo haré lo que vosotros digáis”.
Al principio funcionaba, pero ahora intentas que esos pasajeros amenazantes se bajen del autobús. Lo paras y te diriges hacia la parte de atrás. Has parado el autobús y solamente estás atento y conduciendo para esos pasajeros amenazantes, no para todos. Pero son muy fuertes, no quieren salir y aunque tú se lo exiges, no parece que funcione…
Así que de vez en cuando, vas hacia atrás para tranquilizar a estos pasajeros, intentando que permanezcan sentados en la parte de atrás donde tú no puedas verlos. El problema es que tú haces lo que piden a cambio de mantenerlos fuera de tu vida. Ahora ya no tienen que decirte “gira a la izquierda”, tú ya sabes, tan pronto como se acerca un cruce que los pasajeros van a acercarse a ti, así que haces lo que ellos querrían. Pasado un tiempo, parece que desaparecen y tú acabas creyendo que lo que realmente quieres es ir hacia la izquierda.
Ahora la situación es que el poder que los pasajeros tienen sobre ti es del 100%,“si tú no haces lo que nosotros decimos, iremos hacia la parte de delante del autobús y nos tendrás que ver”. Es cierto que cuando avanzan hacia delante parece como si te pudieran hacer un gran daño con sus navajas. Piensas que pueden acabar contigo. Pero tú eres el conductor y has cedido el control en este trato con los pasajeros.
En otras palabras, intentando conseguir el control, en estos momentos lo has perdido. Aunque tus pasajeros reclaman que pueden destruirte si no giras a la izquierda, es algo que nunca ha ocurrido, no pueden hacer nada contra tu voluntad, ellos no son los que pisan el freno, manejan el volante, o los que deciden cuándo parar. Tú eres el conductor y tú eres el que decide.
Si tú o alguna persona que conoces se siente desbordada por su Pepito Grillo, este machacante diálogo interior, no dudes en contactar con un profesional para que te ayude a aliviar este sufrimiento.
Y si quieres saber más sobre cómo convivir con tu diálogo interior, te recomiendo este libro de Steven C. Hayes
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