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Si tienes un hijo, seguro que más de una vez te habrá despertado en medio de la noche porque estaba llorando, y al llegar a su habitación lo encontraste nervioso y asustado. O quizá te despertase con un grito, y al abrir la puerta te sorprendiste al verlo incorporado en la cama o incluso corriendo por la habitación, con los ojos abiertos como si estuviese despierto, pero no lo estaba.

Y aunque no tengas hijos, seguro que sabes de lo que estoy hablando, porque las pesadillas y los terrores nocturnos (aunque no tanto como en la infancia) también se producen en la adultez.

Las alteraciones del sueño son uno de los problemas más frecuentes en la infancia y suelen desaparecer con la edad, por lo que normalmente no es necesario acudir a un psicólogo.

Sin embargo, a veces sus efectos sí requieren de una visita al psicólogo para que nos ayude a superarlos: miedo a dormir solo, a la oscuridad, cambios de humor, ansiedad…

Las pesadillas y los terrores nocturnos se consideran parasomnias, y se caracterizan por conductas anormales durante el sueño, en fases específicas o durante la transición entre estar despiertos y dormidos.

Pesadillas

Son muy frecuentes tanto en los niños como en los adultos y aparecen en la segunda mitad de la noche.

Las pesadillas son sueños elaborados, ricos en detalles y pueden ser muy variados. Nos producen gran malestar (ansiedad y miedo) ya que en ellos siempre hay un peligro para nuestra integridad física. Además, este malestar se mantiene cuando nos despertamos.

Este peligro no se refiere a una situación real (a no ser que hayamos vivido situaciones traumáticas). Suele ser una representación de nuestros temores o estar inducido por enfermedades (fiebre), dolor, ansiedad, sobreexcitación, imágenes que hemos visto previamente (películas, cuentos)…

En lo niños las pesadillas son parte del proceso de su madurez psicológica, por lo que es muy común que se produzcan entre los 2 y los 6 años. A medida que vaya creciendo, irá disminuyendo su frecuencia.
Por ejemplo, los niños más pequeños suelen tener miedo y pesadillas con extraños que los separan de sus padres. Sobre los 7 años, el contenido ya se centra más en animales o monstruos. Y a medida que siguen creciendo, estas pesadillas girarán en torno a temores escolares, daños físicos o situaciones sociales.

De cualquier forma, sea un niño o un adulto, si sufre de pesadillas con mucha frecuencia, es recomendable acudir a un psicólogo que nos ayude y valore qué es lo que está pasando.

A diferencia de los terrores nocturnos, somos capaces de recordar con detalle el sueño, qué nos ocurría y quién o qué aparecía. No se suele vocalizar, o gritar, ni tampoco hay una activación fisiológica alta (movimiento, taquicardia…).

Algunas recomendaciones para las pesadillas 

  • Cuando acudamos a calmar a nuestro hijo, no encender todas las luces, ya que podría asociar la luz con la seguridad, y la oscuridad con el miedo, pudiendo desarrollar así miedo a la oscuridad.
  • Cuando le hablemos, aunque le digamos que lo ocurrido «no es real», para el niño sí lo es, y sufre, por lo que es muy difícil calmar su angustia. Por ello deberíamos darle una buena explicación de lo que son las pesadillas y los miedos, siempre adecuados a su edad. Podríamos usar un cuento por ejemplo.
  • Es mejor no entrar en detalles sobre el contenido de las pesadillas en ese momento, ya que el niño puede excitarse más y será más difícil que se vuelva a dormir. Si ya es mayor, podríamos hablarlo con él a la mañana siguiente, conocer si le ha ocurrido algo, etc. Esto lo podríamos hacer jugando o mediante un dibujo, ya que es más fácil que exprese así sus sentimientos.
  • Estar atentos a si hay cambios en la conducta del niño desde que han empezado sus pesadillas.
  • Es fácil caer en la tentación de dejar al niño dormir con los padres, pero aunque llore, es mejor que duerma solo. Ya que de lo contrario, podríamos reforzar su miedo a dormir solo.
  • No comprobar la habitación con el niño para ver que no haya monstruos/fantasmas debajo de la cama, en armarios, etc.
  • ADULTOS: establecer pautas de sueño adecuadas, eliminar elementos que nos exciten (ciertas películas o libros); y si las pesadillas se repiten con mucha frecuencia, lo mejor es buscar ayuda para aliviar el malestar que nos está generando el estrés y ansiedad

TERRORES

Los terrores nocturnos

Son episodios cortos que se producen durante la primera mitad del sueño, en los que podemos gritar, llorar, movernos de forma agitada, incluso llegar a correr por la habitación. Hay una gran activación fisiológica, por lo que nuestro pulso estará acelerado, así como nuestra sudoración. Además, es muy normal que tengamos los ojos abiertos y parezcamos estar despiertos, pero no lo estamos. Por ello, aunque otra persona nos hable, no se produce ninguna reacción en nosotros.

A diferencia de las pesadillas, aunque se intente, es muy difícil despertarnos (y no es recomendable), y si se consigue, podemos estar confusos y desorientados unos minutos. Tanto en ese momento como al día siguiente, no recordamos nada de lo ocurrido y si no se nos ha despertado totalmente, volveremos a dormir inmediatamente.

No se sabe cuál es la causa de que aparezcan, pero sí se sabe que el cansancio excesivo (en niños), si hay personas en nuestra familia que han sufrido terrores nocturnos (o sonambulismo) o la vivencia de algún hecho reciente que nos haya causado un fuerte impacto (muerte, separación del niño de su madre), puede provocar su aparición.

Aunque sea difícil de creer para quienes rodean a quienes lo experimentan, no debemos preocuparnos en exceso, ya que estos episodios no le causan ningún dolor a la persona (aunque sí mucho malestar a quienes nos rodean). Aunque cueste, simplemente debemos esperar a que pasen.

Si nuestro hijo o nosotros hemos sufrido algún hecho traumático (abusos, maltrato…) es muy probable que tengamos estos episodios. Además puede estar asociado a trastornos de ansiedad, estrés post-traumático, trastornos de personalidad… Tanto en este caso como si se producen con mucha frecuencia, deberíamos acudir a un psicólogo para que nos ayudase.

Algunas recomendaciones para los terrores nocturnos 

  • Vigilar que el niño no se caiga o se haga daño durante el tiempo que dura el episodio.
  • A veces se produce por excesivo cansancio, por lo que podríamos probar a instaurar de nuevo la siesta o si el niño es ya mayor, un tiempo de relajación/silencio.
  • No hablar ni despertar a la persona durante el tiempo que dure el episodio.
  • Esperar con calma y paciencia a que termine.
  • Al igual que en las pesadillas: no invitar al niño a dormir con los padres, no mostrar excesiva preocupación para que lo use como reclamo de atención, ni fomentar el ritual de comprobación de la habitación
  • ADULTOS: no hablar ni despertar a la persona, esperar a que termine el episodio, procurar que ni la persona ni los que le rodean sufran daños; acudir a un psicólogo que nos ayude a aliviar el malestar que está produciendo que suframos estos episodios.

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Para terminar quiero recomendaros el libro «Yo mataré monstruos por ti«, de Santi Balmés (Ed. Principal de los libros), ya que me parece estupendo para hablar con los niños sobre las pesadillas y también otros miedos, como el temor a lo desconocido.

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